Solas


Leo así. Así, también, escribo.

Hace 28 meses que el bebé de esta foto está prendido a mi cuerpo una cantidad de horas incalculable. Hace 7 años que materno con mi hijo mayor, que ya no se pega así pero que aún me necesita cerca, y yo a él.

Cuando llegó este libro estaba al borde de un colapso. Siempre estoy un poco al borde de colapsar. Pero no pasa. Se pasa. Y sigo. Llegó como un regalo de mi esposo (basado en una listita propia que había hecho hacía un tiempo con los libros que tenía ganas de leer) Y me rescató.

Solas es un puñal y un mimo. Los datos que podemos leer ahí, la historia toda de las mujeres, las desigualdades, la extrema soledad y el aislamiento al que quedamos confinadas, todo duele en el cuerpo. Pero su lectura es también un abrazo, una conexión con las otras y con nosotras mismas.

El trabajo que hace el libro es impecable. La precisión y el conocimiento que hay detrás se nota en cada capítulo, en el modo de construir los textos, en la estructura, en los razonamientos y las conexiones que se establecen. Detrás hay una mujer que sabe muy bien de lo que habla.

Y todo ese conocimiento está completamente conectado con la vida personal, con lo que nos encontramos día a día, lo que tenemos alrededor. Es un libro profundamente íntimo sobre cada una de las mujeres, en la medida en la que toda nuestra intimidad está atravesada por lo social, por lo político y, afortunadamente, por lo colectivo.

Solas nos ayuda a poner en palabras un dolor que todas, en algún momento, sentimos: que nadie, absolutamente nadie, puede entendernos. Que sentimos solas, lloramos solas, nos agotamos solas. Que no hay nadie más así de rota como nosotras.

Todas estamos solas (aún acompañadas, como propone el título). Porque así nos educan, para eso nos forman. Y el peso que recae sobre nosotras, solas, es el doble. Porque se nos pide perfección, orden, atención, cuidados, paciencia, belleza, erotismo. Se nos pide, también, silencio: sobre el reclamo, sobre la pena. Se nos pide todo eso y con buena cara. Que seamos madres, profesionales, esposas, amigas, que tengamos energía para todo y que lo hagamos por amor. Porque, claro, nada de esto vale en términos de dinero en el mercado laboral. O eso nos hacen pensar.

La carga mental de la que habla Flor es imposible de sostener. Y ahí somos las locas, las histéricas. Nadie puede pensar que estamos hartas. Simplemente hartas.

Y dentro de todos los temas que abarca, la maternidad. Eso que muchos libros feministas nunca atendieron. Una maternidad que, incluso deseada, es agotadora, pero que no da permiso para cansarse. Una maternidad que te expulsa del espacio de trabajo o te obliga a sacarte leche en un baño sucio para no dejar de amamantar, que te permite, con mucha suerte, un homeoffice cuando tu hijo vuela de fiebre y vos no podés más, que le da dos días libres al padre y vos paris y estás internada tres y ya no alcanza y todo es un desastre.

Pero, como decía, a pesar del nudo en la garganta al leer(nos) este libro es un mimo, un abrazo, una reconexión. Es un manifiesto para buscar el deseo y lo propio en un mundo que nos desdibuja.

Y ya, no más, solas.